SEDIENTOS. Llegaron los cronistas de todas las radios, diarios, canales y agencias de la Capital a cubrir una reunión poco común y, por cierto, fuera de agenda: la visita del presidente Eduardo Duhalde a la juez federal y en este caso electoral María Servini de Cubría, para reclamar una también poco común declaración de “certidumbre jurídica” sobre la realización en tiempo y forma de las elecciones presidenciales convocadas para el 27 de abril. Mientras en el asfalto porteño se sofocaban unos 44 grados de sensación térmica, los periodistas se calcinaban en el patio interno del emblemático edificio, sin alejarse ni un centímetro de la puerta del despacho de la sorprendida magistrada. Después llegó una breve conferencia de prensa, mientras el presidente y la juez recorrían las subterraneas oficinas donde se guardan los padrones electorales, supervisados por Horacio Paschini, un funcionario que es ejemplo de dedicación y paciencia. Ni bien los protagonistas dieron la espalda, encaminándose a la salida del hall, los cronistas atacaron los vasos de agua fresca a medio tomar que habían quedado del distinguido encuentro. Aunque hubo sorbitos solidarios, no alcanzó para todos. Éramos tan pobres.
PRUDENTE. Se mostró el juez del fuero en lo Contencioso Administrativo Federal, Martín Silva Garretón, quien clausuró su actuación de feria sin tratar temas relacionados con el corralón financiero, según se informó en los Tribunales de Talcahuano. El magistrado ya había fijado su posición a principios de enero, salvo para los casos de amparos presentados por personas con problemas de salud. Tampoco habilitó feria a pesar de las varias presentaciones que realizaron las defensorías del pueblo de la Nación y de la Capital Federal por el aumento de las tarifas. Silva Garretón, sabedor de que el fervor popular es tan volátil como la gratificación instantánea que provoca, se enteró que desde la cámara del fuero lo estaban observando “muy de cerca” a raíz de su predisposición a otorgar amparos a ahorristas atrapados en el corralón. Aplausos y vivas de decenas de depositantes coronaron en recordado episodio la llegada del magistrado, quien respondió con una aparición desde el balcón de su despacho para saludar a sus admiradores. Por ese motivo, la alzada del fuero le dio la razón Banco Central en su pedido de recusación, basado en el principio de prejuzgamiento en torno a la resolución de amparos interpuestos por depositantes porteños a través de la Defensoría del Pueblo. Como estima que la cámara está esperando que dé un “paso en falso” para írsele encima, Silva Garretón parece que cuida muy bien sus movimientos.
INCOMUNICADOS. La idea era trabajar el fin de semana cuando no hay actividad en la casa, pero al final, como enero es un mes de feria, se decidió que el reemplazo del viejo conmutador del Palacio de Justicia, se hiciera el jueves por la tarde. Así, todos los teléfonos cuya línea comienza con 4370, que comunican hacia el exterior a todos los ministros de la Corte y a sus colaboradores, quedaron mudos durante las varias horas que duró la instalación. Un allegado al Palacio, con buena pizca de picardía, dijo: “lo que pasa es que el antiguo conmutador no daba más con tantos llamados por el corralito, la pesificación y las amenazas de juicio político”. Lo cierto es que el viejo conmutador había tirado la toalla hace rato, cansado del trabajo a paso redoblado que le deparó el agitado año 2002. Como decía el recordado Tato Bores, especialista en extrañas comunicaciones telefónicas vinculadas con el poder: antenas bien paradas, vermouth con papas fritas y good show.