Los magistrados Juan José Amaral, Walter Luna e Hipólito Saá tomaron en cuenta al fijar la elevada cuantía de la pena que dos de las víctimas eran vírgenes al momento de las violaciones; que las tres fueron accedidas por vía vaginal, anal y bucal, y a todas el taxista violador les eyaculó en la boca.
De una de ellas, inclusive, se burló por sus creencias religiosas: "le preguntó si era judía y ella le contestó que si bien tenía ascendencia judía era católica, mostrándole que en su cuello tenía una cruz y medallitas", de acuerdo a una descripción de los hechos que se hizo en la sentencia.
En esas circunstancias, el taxista le preguntó "para qué llevaba esas cosas”, a lo que la joven respondió que “lo hacía para que la protegieran, y el sujeto se burló diciéndole: "se nota cómo te están protegiendo”.
La pesquisa reveló que las violaciones repitieron un mismo modus operandi: todaslas pasajeras ascendieron al rodado a altas horas de la noche, fueron amenazadas con armas, conducidas a la zona sur del Gran Buenos Aires y resultaron atacadas en el interior del vehículo.
A las tres, además, el condenado les sustrajo efectos personales y dinero en efectivo, y permaneció con ellas bajo absoluta situación de dominación durante varias horas. Las tres mujeres, de edades entre los 18 y los 22 años, fueron atadas y sus ojos vendados, e incluso una de ellas narró que tras la violación el taxista "se drogó" con una sustancia que parecía cocaína: "sacó un papel de la mochila de la víctima con la droga, donde previamente la había guardado”.
Al momento de evaluar los hechos, los jueces tomaron en cuenta un estudio genético comparativo del semen extraído de las ropas y los cuerpos de las víctimas, que probaron con un 99 por ciento de certeza que se trataba efectivamente de Lorenzini.
Al momento de leerse el veredicto, dos de las víctimas, presentes en la sala de audiencias, rompieron en llanto e incluso una de ellas se retiró corriendo del recinto y estalló en gritos en un despacho contiguo.