23 de Diciembre de 2024
Edición 7118 ISSN 1667-8486
Próxima Actualización: 24/12/2024

In Voce

 
EFECTO BLUMBERG. Involuntario mascarón de proa de la súbita agitación de los hasta hoy amansados senderos K, el discurso del padre de Axel, también salpicó a los hombres de la justicia. Empezando por lo que tenía más a mano, el fiscal Jorge Sica -sentía que se le movían las baldosas- se habrá acordado repentinamente de su par Stornelli, cuando la propia Asociación de Magistrados y el Procurador de entonces Nicolás Becerra le dijeron no a la pretensión de Carlos Menem de separarlo del caso Armas. Ahora, con el cargo de jefe de fiscales vacante, y sin ninguna cabeza visible hasta que asuma Righi, nadie se anima a remover al fiscal homónimo de la marca de elementos eléctricos, bajo riesgo de quedar pegados. La regla sería: si para un caso fue no, para el otro tampoco. Pero como dice el dicho "de paso, cañazo", los jueces y los fiscales fueron de los más abucheados durante la ya histórica marcha. Resulta incomprensible, para no decir patético, que los magistrados todavía no se hayan convencido de la necesidad de llevar adelante una estrategia comunicacional que instale en la opinión pública el verdadero rol que les toca en materia de seguridad. La justicia siempre revisa la historia de los delitos, cuando lo irreversible ya está consumado. El secreto es la prevención y convengamos que es bastante poco lo que puede prevenirse desde un juzgado. Cuando los hechos ya están consumados, en materia investigativa dependen casi enteramente de los ojos y los brazos de la policía, pero son los primeros culpables si un crimen no se esclarece o si quien es hallado inocente estaba ya en las fauces de la prensa. Si las leyes establecen un régimen de presunciones siempre a favor del procesado, si por el estado de emergencia carcelaria se reconoce que hay que flexibilizar el cumplimiento de la pena por razones edilicias -hay presos abarrotados hasta en las comisarías-, con montañas y montañas de expedientes que se reproducen como hongos en todos los juzgados... ¿Qué esperan de los jueces? Es evidentemente imposible que hagan otra cosa de lo que están haciendo. En una Argentina en donde estamos más acostumbrados a buscar culpables que soluciones y en donde la dirigencia actúa mediante estímulos pavlovianos, la plaza del jueves corre serio riesgo de haber sido en vano. Quizá, como granito de arena, los jueces que representan a sus pares deban ya dejar de lado esa costumbre de abrir el paraguas un día despues que cayó el granizo -no sea cosa de que se le agujeree- y explicar ellos mismos a la sociedad que representan como es la verdad de la milanesa, aunque el resultado sea un resumen Lerú de instrucción cívica. Por algo hay que empezar.

EN ESTADO PURO. Se lo vio al ex presidente Fernando De la Rúa cuando declaró como testigo hace un par de semanas frente al juez federal Jorge Urso, en la causa que se abrió a pedido del fiscal de Cámara Germán Moldes para investigar los dichos del mismísimo ex, quien aportó su granito de arena al mito nunca verificado de que periodistas cobran “sobres” de la secretaria de Inteligencia del Estado. Como las brujas, nadie las vio, pero que las hay... La cosa es que el hombre ratificó lo que dijo a la prensa pero, como si fuera un changarín de Villa Ortúzar y no un hombre que estuvo al frente del Estado nacional con el acceso a información de peso que eso significa, dijo –era previsible- que no le constaba directamente que haya colegas que disfruten “ayuditas” de la SIDE. Una causa, claro está, destinada al fracaso y a un rápido olvido. Cuando terminó la declaración –que se realizó en el despacho del juez, en el cuarto piso de los tribunales federales- De la Rúa se despidió formal del magistrado pero en el lugar de encarar hacia puerta que da al pequeño despacho del secretario privado del juez en busca de la salida abrió una puerta que habilita una suerte de closet no muy grande donde, tras importantes rejas, Urso guarda documentos judiciales. El blooper confirma que –tal como le sucedió en la memorable emisión del programa de Marcelo Tinelli donde también erró la retirada del decorado y que, el mismo calificó como el comienzo del fin de su mandato- el asunto de no encontrar la salida es un asunto recurrente en el ex mandatario... ¿o será que al tipo sólo le convencen las escapadas en helicóptero? Fuera del efecto Tinelli y lo risueño de la anécdota, el coletazo de esto es que el Consejo de la Magistratura quiere investigar si un grupo selecto de influyentes jueces también recibían sobrecitos con sorpresa. La punta del ovillo creen haberla encontrado en el informe que el contador Alfredo Popritkin, con extralimitado celo profesional -a decir de un juez federal -produjo tras hurgar en las cuentas secretas del Estado y que consiguieran hace poco tiempo la primera plana en una edición dominical del diario Clarín. Lo curioso de este profesional de los números es que luego de la publicación de ese explosivo informe pasó a ser un EX perito contador del cuerpo oficial que depende de la Corte Suprema. A no ser por un dato que este diario rescató y quedará para la posteridad.

CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA. Hace unas semanas esta columna presentó un nota llamada “Gordura o Hinchazón” en donde se comentaba la suerte que corría un desafortunado proyecto presentado en el Consejo de la Magistratura por el abogado Luis Perira Duarte, que pretendía llevar orden a las audiencias de este órgano de justicia al reglamentar el acceso y permanencia del público y la prensa en la sala de acuerdos, ubicada en el cuarto piso del Palacio de Tribunales. El proyecto del abogado del interior causó más revuelo que el esperado, ya que desde distintos ámbitos se lo cuestionó duramente, acusado a su creador principalmente de pretender cercenar el derecho de la gente a presenciar y saber qué temas se debatían en el Consejo. Fueron tantas la críticas que recibió el proyecto de Pereira Duarte, que no logró el apoyo esperado entre sus pares, parece que los demás integrantes del cuerpo prefirieron dejarlo sólo ante por no "quedar pegados" ante la tremenda andanada de críticas. El consejero de doble apellido, intentó salir a aclarar por distintos medios cual era el verdadero espíritu de su proyecto, que según él era solamente el de llevar orden a las audiencias. Pero las aclaraciones del letrado no tuvieron eco, hasta intentó que un importante diario le publicara una carta de lectores, pero no hubo caso, la suerte del proyecto ya estaba echada, sin que ni siquiera el tema se hubiera puesto a votación en la comisión de Reglamentación. Fue como diría García Márquez Crónica de una muerte anunciada y mediante una nota dirigida al presidente del Consejo y de la Corte Suprema, Enrique Petracchi, el propio consejero anunció que retiraba el "proyecto de reordenamiento de la audiencias", por entender "que el mismo se había extraviado de su objetivo inicial".



alejandro s. williams / dju
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