20 de Diciembre de 2024
Edición 7117 ISSN 1667-8486
Próxima Actualización: 23/12/2024

La argentina y la tormenta perfecta:
A propósito de la crisis global y el necesario control del Estado

 
La Argentina hoy, en momentos en que el mundo se debate entre el final del libre mercado y la cornisa de un abismo que parece inevitable, debe hacer frente a la peor sequía de los últimos 50 años, demostrar que puede evitar otro colapso económico producto del vendaval internacional y saldar los más de 18 mil millones de dólares de deuda que vencen este año.

Merecen capítulo aparte las elecciones legislativas de junio, las presiones para el armado del tablero político con vista a ellas, las deserciones dentro del propio partido de gobierno y el surgimiento de figuras representativas de la voz agraria; todo ello, con obvia repercusión económica. En este escenario, la sequía trae consigo -como contrapartida- la disminución productiva agropecuaria, que afecta radicalmente los ingresos por retenciones a las exportaciones de granos, en especial la soja, el cultivo benefactor de los últimos 7 años. Retenciones que aportaron en el período más de 30.000 millones de dólares de ingreso fiscal.

Con este panorama actual de ingresos estatales menguados que quitan capacidad de maniobra, créditos con altísimas tasas de interés del orden del 35% al 40% anual -incluso a veces con valores superiores-, hacen que el mapa productivo sea inviable; por ello son necesarias medidas de acción directa en forma inmediata.

Es justamente ahí, donde hay que apostar soluciones, creando caminos de consenso empresario-productivo y de protección del trabajo, capaces de generar expectativas positivas -shock de confianza- con alto impacto en el consumo y la actividad económica de nuestro país.

Se han difundido recientemente datos de la producción industrial de enero, donde por primera vez el INDEC reconoce una caída del 4,6% (algunos ubican la real en el 11%) respecto de igual mes de 2008, que es además la mayor desde octubre de 2002. Por su parte, la industria automotriz registró un estrepitoso descenso del 49,3% interanual -lo que explica fundamentalmente el derrumbe del índice-, se suman también, la industria metalúrgica con bajas del 21,7%, la textil con bajas del 10,3%, y la utilización de la capacidad instalada que disminuyó desde el 70,6% al 67,4% enero contra enero.

Las exportaciones se derrumbaron 36% en enero en comparación con igual mes de 2008, mientras las importaciones lo hicieron en un 38 % en igual período, como consecuencia de la retracción de las cantidades exportables y la disminución de los valores mundiales de los commodities.

Así las cosas, la inflación muestra signos de desaceleración, producto de la baja de los precios internacionales y el menor consumo interno, a pesar del alza reciente de las tarifas de los servicios públicos. Pasamos de una proyección del 30% al 20% anual promedio para el año pasado, al 12% o 15% para este 2009.

Podemos hoy afirmar que nuestra banca es sólida, a partir de datos actualizados y concretos aportados por el B.C.R.A., dado que éste instaló durante el último trimestre del año pasado un sistema de monitoreo diario, como consecuencia del descalabro financiero mundial. Dicha información destaca que el nivel de liquidez (créditos por cobrar menos depósitos por devolver-pasivo bancario) de las entidades del sistema es elevado, el que se encuentra actualmente en el orden del 28% al 35%.

Toman fuerza las voces que creen conveniente una devaluación controlada del peso, a los efectos de preservar la competitividad de la economía en su conjunto.

En este sentido, varios países de la región ya comenzaron dicho proceso, debido a una sostenida fuga de capitales; es el caso de las economías de Brasil, Perú, Chile y Colombia, con devaluaciones promedio del 30% al 40% de sus monedas.

La Argentina no sería la excepción, que avizora un tipo de cambio del orden de $ 4.20 a $ 4.40 para fines de 2009, en el marco de una flotación administrada por el B.C.R.A., con la excepción de que las realidades mundiales muten notoriamente.

Por otra parte, la reducción de liquidez en el circuito económico real - afectación de la cadena de pagos- y la fuga de divisas que se viene desarrollando desde mediados del año pasado desactivan el aparato productivo, situación ésta, que debe resolverse de manera urgente, para revertir la tendencia y provocar un punto de inflexión en la recesión que comienza a mostrar su crudeza y que podría prolongarse cuanto menos por dos años.

Es necesario liberar capital para crear un flujo de crédito a través del sistema bancario, el que debe ser sistemáticamente controlado por el Estado –BCRA-, que permita financiamiento para consumo directo. Ya no podemos aplicar la mágica receta que nos permitió salir del desastre de diciembre de 2001, cuando se encontró la “llave exportadora”; ahora no existen mercados internacionales a los cuales venderle. El mal clima internacional se ha llevado todo; por ello es imperioso generar expectativas positivas y proactivas, las que a través del consenso y el diálogo social permitan alentar el consumo interno, que necesariamente deberá ser el motor de la reactivación, salvo que no lo comprendamos y nos lleve la tormenta.

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