Así se pronunció el presidente de la Corte Suprema, Carlos Rosenkrantz, en el marco de la ceremonia de apertura del J20, que reúne a los Máximos Tribunales de todo el mundo. También afirmó “hay una tendencia creciente a la judicialización de absolutamente todos los asuntos”.
En el marco de la apertura del J20, realizada en el Alvear Icon Hotel de Puerto Madero, el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Carlos Rosenkrantz, brindó un discurso en lo que significó su estreno en la presidencia del Máximo Tribunal, la que asumió el pasado lunes.
La reunión J20, la Conferencia Judicial de las Cortes Supremas del G20 que reúne a los Máximos Tribunales de los países que integran ese grupo, tuvo también un discurso del presidente Mauricio Macri, quien señaló que “La transparencia y el Estado de derecho son pilares que ponen a la gente en el centro de la agenda”.
“La posibilidad de que las reglas existan en una comunidad (no como grafismos escritos en el papel sino como categóricos hábitos de conducta) requiere de la existencia de jueces”.
A su turno, y frente a un auditorio que incluía a sus colegas de la Corte, además de magistrados del mundo y jueces nacionales y federales de todas las instancias, Rosenkrantz disertó cómo se construye un consenso para el desarrollo equitativo y sustentable cuál es el rol que los jueces ocupan en pos de ese objetivo. Según el presidente de la Corte, para logar ese desarrollo se necesitan reglas, independientemente de condiciones económicas y sociales.
“Sin reglas no hay desarrollo equitativo y sustentable posible, por la sencilla razón de que solo las reglas pueden estructurar la cooperación. Sin reglas es imposible, por un lado, generar los incentivos para que las interacciones de los miembros de una sociedad sean cooperativas y, por el otro, diseñar los mecanismos necesarios para distribuir los beneficios de la cooperación”, aseguró.
Para Rosenkrantz, las reglas “nos limitan, pero al mismo tiempo nos protegen. En tanto nos protegen, las reglas permiten no solo la cooperación, sino que también hacen posible nuestra libertad. Sin reglas no solo no hay cooperación, sino que tampoco hay libertad”.
“Para ser verdaderamente independiente un juez debe ser independiente de sí mismo"
Además, el discurso del presidente de la Corte giró sobre dos ejes centrales, la independencia del Poder Judicial y la independencia de los jueces en relación a sus propias convicciones ideológicas y políticas, y la “judicialización de la política”. La tesis de Rosenkrantz es que el mayor desarrollo equitativo y sustentable se da en sociedades “con jueces más independientes e imparciales"
En el primer aspecto, el supremo entiende que “para ser verdaderamente independiente un juez debe ser independiente de sí mismo", por lo que ser un juez independiente “exige mucho más que ser independiente de los poderes”, ya que “hay que ser independiente de nuestras condiciones ideológicas y políticas”. Para Rosenkrantz “hay que estar motivado por respetar únicamente las reglas de la comunidad”.
Siguiendo en esa senda discursiva, Rosenkrantz apuntó a que “la posibilidad de que las reglas existan en una comunidad (no como grafismos escritos en el papel sino como categóricos hábitos de conducta) requiere de la existencia de jueces”. Ello – agregó- “Requiere una institución, que ante las dudas, aclare qué es lo que exigen las reglas y, ante el incumplimiento de las normas, las aplique, las imponga y las ejecute. Esa institución es el Poder Judicial. Son los tribunales y las cortes que lo integran”.
La parábola de Rosenkrantz
Respecto a la judicialización de “absolutamente todos los asuntos”, el presidente de la Corte admitió que los magistrados están “sometidos a la crítica de los que creen que no tenemos legitimidad y los que nos piden que resolvamos gran parte de los asuntos de interés, tarea para la que se requiere la legitimidad que muchos dicen que no tenemos”, y pidió que “no traigan a los tribunales temas que no le pertenecen al conocimiento de los jueces”.