Para aclarar estos puntos, llegaron al estrado del Tribunal Oral Federal 5 tres policías retirados que revistaban en el Departamento Protección del Orden Constitucional (DPOC), la división de la Policía Federal designada para asistir al juez Juan José Galeano en la investigación del atentado del 18 de julio de 1994 contra la mutual judía AMIA.
Sin embargo, la voluntad de aclarar las cosas se vio complicada por la falta de precisiones en el testimonio de los policías, especialmente de uno de ellos, el comisario inspector retirado Carlos Castañeda, que no era otro que el jefe del DPOC para la época de la declaración de Dos Santos y hoy está procesado por el juez Norberto Oyarbide por irregularidades en la investigación del caso.
Castañeda no sólo no aclaró sino que confundió al Tribunal, porque situó la primera conversación telefónica con Dos Santos en días posteriores al atentado y no en la misma jornada, como en realidad sucedió. Eso motivó un careo con otro oficial, Carlos Brunet, que antes había aclarado que fue él y el mismo día del atentado quien recibió la primera llamada de Dos Santos.
No fue este el único tramo de la declaración de Castañeda que encrespó los ánimos de los querellantes de la DAIA, la AMIA y los Familiares de Víctimas del atentado. Porque el oficial retirado también aseguró que cuando se le tomó la primera declaración a Dos Santos en Buenos Aires (en noviembre de 1994) no lo escuchó porque “tenía otras cosas más importantes que hacer”.
“¿Qué cosa más importante tenía que hacer Castañeda que no fuera escuchar el relato creíble de Dos Santos?”, se preguntó una fuente de la querella en un cuarto intermedio de la audiencia.
Después, otro policía retirado, el oficial sumariante Carlos Heise, contó cómo fue la primera declaración de Dos Santos en el DPOC, que quedó volcada en 40 fojas en donde el imputado cuenta datos concretos de la actividad en Buenos Aires de la iraní Nasrim Mokhtari y algunos allegados que, aseguró, habían participado en la preparación del atentado de 1994.
Heise ubicó en la declaración a un misterioso “traductor” que colaboró con Dos Santos para que contara su historia, una presencia que no quedó registrada en el acta y tampoco fue referida por Castañeda. Todas las sospechas apuntan a que el “traductor” no parecía otro que Mário Chimanovich, el periodista que trajo a Dos Santos a Buenos Aires, a quien -según asegura el brasileño ahora- quería engañar con su historia para sacarle dinero.
El testigo Heise avaló esta teoría indirectamente cuando aseguró que le pareció que Dos Santos era “un mentiroso”. “Lo que decía era muy lógico, pero no era cierto”, aseguró, aunque dijo que esa fue “su percepción”, porque no participó ni supo del resultado de diligencias efectuadas para confirmar o rechazar los dichos del testigo.
Lo cierto es que más allá de estas diferencias el juicio recién comienza y el momento más esperado será, sin duda, las explicaciones del propio acusado. “Nosotros no queremos una condena de Dos Santos, queremos que diga la verdad y nos ayude a aclarar un poco este tramo de la investigación”, explicó Sofía Guterman, madre de una de las víctimas fatales en el atentado a la AMIA, quien siguió entre el público las declaraciones de hoy.
Sin embargo, por ahora, Dos Santos prefirió callar y esperar que pasen más testigos por la audiencia. Mientras tanto, deberá solucionar algunos desajustes entre sus defensores, que hoy provocaron un blooper memorable, que obligó a detener la audiencia.
Fue cuando la defensora Sandra Balzano se acercó a la vocal del Tribunal María del Carmen Roqueta para avisarle que la traductora de Dos Santos tenía necesidades imperiosas de ir al baño. El presidente del TOF 5, Luis Di Renzi, le advirtió que no podía secretear con la vocal y la abogada contestó “es algo privado”.
Inmediatamente, la abogada se paró y masculló una frase ininteligible a su compañero de defensa, Alberto Troncoso. Fue cuando el juez Di Renzi, visiblemente enojado le advirtió: “la voy a desalojar de la sala y me voy a ocupar que el señor Dos Santos tenga la defensa que se merece ¿entendió?”. Para calmar los ánimos, el juez llamó a un cuarto intermedio, y la abogada se retiró gritándole a una empleada del Tribunal: “que conste en actas que abandono la defensa”.
Sin embargo, media hora después, Balzano estaba sentada de nuevo cerca de Dos Santos. “¿No se iba a ir?” le preguntó un periodista en un cuarto intermedio. “No, yo nunca dije eso”, contestó, sin que se le moviera un pelo”. Efecto Dos Santos, le dicen.