Según consta en el expediente el actor, relató que se hallaba en el pasillo de los vagones, debido a la cantidad de gente que viajaba, que la puerta estaba abierta, que apoyaba la espalda al lado del ingreso al vagón y que en forma sorpresiva, al pasar el tren por la estación Sáenz Peña, sintió un fuerte dolor sobre su pierna izquierda sobre la rodilla (presumiblemente causado por un poste desprendido del alambre divisor de las vías que lo golpeó), que casi perdió el conocimiento y que fue socorrido por su cuñado Miguel Aníbal Falcón y otras personas que allí se encontraban.
Al no encontrar al guarda, y por tratarse de un tren rápido, continuó, llegaron a la estación Hurlingham desde la cual fue trasladado a un centro asistencial. Similar versión dio Falcón, su cuñado, al declarar en causa penal la que reiteró, en lo sustancial, brindando mayores precisiones en su testimonio en sede civil.
Además, para los camaristas estaba probado que el guarda del tren en la ocasión –Roberto Martínez, no podía recorrer el interior de la formación dada la gran cantidad de pasajeros que había en él.
Cuando este fue convocado como testigo, explicó que si bien las puertas son manuales habitualmente quedan abiertas ya que al ir [los pasajeros] “apretujados”, incluso los hay quienes viajan “colgados”, y que “si bien la empresa no autoriza a que la gente esté colgada porque está prohibido” no puede hacer nada “para parar el malón de gente”. Asimismo, el guarda comentó que en el momento del accidente “la gente iba colgada porque todavía no había llegado a la primera parada que era Hurlingham”.
Al respecto, los jueces explicaron que cuando el tren se encuentra colmado de pasajeros, la víctima no va ubicada en lugares peligrosos para su seguridad por su propia voluntad o por mero temerario capricho, sino porque el convoy se encuentra totalmente abarrotado, lo que impide el acceso al interior del vagón.
De allí que no puede considerarse, opinaron, que el actor hubiese obrado con un comportamiento desaprensivo, negligente o imprudente, por lo cual aseveraron que en casos como éste la culpa del pasajero no puede ser alegada por el ferrocarril como eximente de la responsabilidad pretextando que aquél viajó en condiciones peligrosas.
En este sentido concluyeron que “está probado que por las condiciones de hacinamiento de los pasajeros en que se brindaba el servicio por el ferrocarril, el accidente se tornaba en una circunstancia absolutamente previsible”.