20 de Diciembre de 2024
Edición 7117 ISSN 1667-8486
Próxima Actualización: 23/12/2024

El que mal diagnostica, mal acaba

La Justicia aceptó el pedido de indemnización por daño moral de una mujer que, después de sufrir un accidente doméstico, sufrió heridas que no fueron curadas debidamente por el mal diagnóstico de los profesionales que la tenían a su cargo.

En los autos "A. M. L. c/ S. C. y otros s/ daños y perjuicios", los integrantes de la Sala D de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, compuesta por Ana María Brilla de Serrat, Patricia Barbieri y Osvaldo Onofre Álvarez, determinaron procedente la indemnización por daño moral solicitado por una mujer que sufrió un accidente doméstico y, como consecuencia de un mal diagnóstico y tratamiento, tuvo secuelas en su salud.

Los jueces remarcaron la dificultad que supone brindar una indemnización en torno a este rubro, ya que deben tratar de ponerse en el lugar de la víctima y estimar un valor que compense el "desmedro injustamente sufrido".

En su voto, la jueza Brilla de Serrat consignó que "el daño moral es la lesión en los sentimientos, a las afecciones legítimas, y cuya evaluación es tarea delicada pues no se puede pretender dar un equivalente y reponer las cosas a su estado anterior, como en principio debe hacerse de acuerdo al art. 1083 del Código Civil".

La magistrada manifestó que "el dinero no cumple una función valorativa exacta, el dolor no puede medirse o tasarse, sino que se trata solamente de dar algunos medios de satisfacción, lo cual no es igual a la equivalencia. Tampoco para establecer su monto se deben correlacionar los daños materiales y morales, puesto que se trata de lesiones de diferente índole, y la existencia o no de daños materiales carece de influencia en la determinación del agravio moral".

La camarista observó que "para establecer la cuantía del daño, el juzgador debe sortear la dificultad de imaginar o predecir el dolor que el hecho dañoso produjo en la esfera íntima del reclamante para luego establecer una indemnización en dinero que supla o compense el desmedro injustamente sufrido: por lo que más que cualquier otro rubro, queda sujeto al prudente arbitrio judicial, que ha de atenerse a una recta ponderación de las diversas características que emanan del proceso".

La vocal indicó que "así también la determinación del monto no depende de la existencia o extensión de los perjuicios patrimoniales, pues no media interdependencia entre tales rubros, ya que cada uno tiene su propia configuración, pues se trata de daños que afectan a esferas distintas".

La integrante de la Cámara puntualizó que "debe reconocerse la extrema dificultad que presenta al juzgador su estimación, pues tratándose de vivencias personales, no puede precisar cuánto sufrió el damnificado a raíz del suceso, pudiendo sólo evaluar la magnitud del dolor que puede provocar el hecho en el común de las personas, valorándolo a la luz de las circunstancias particulares acreditadas en la causa".

La sentenciante manifestó: "Ponderando la repercusión que debió generar en los sentimientos de la actora la prolongada incertidumbre respecto de la real entidad de su lesión y su eventual recuperación. Incertidumbre generada a partir del inicial error de diagnóstico y tratamiento, y de la extensión en el tiempo de una resolución acompañada por las demoras en la obtención de turnos para consultas de las pertinentes especialidades y realización de estudios complementarios; los dolores físicos padecidos en su consecuencia".

"Que debió ser intervenida quirúrgicamente para encontrar una solución, aunque parcial, a su padecimiento; que actualmente presenta las secuelas físicas y psíquicas constatadas, que permiten presumir la magnitud de la conmoción vivenciada en su espíritu; considero que la suma acordada resulta reducida, por lo que propongo su elevación a la suma de 80.000 pesos", completó Brilla de Serrat.



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