Cantarero se recluyó en su finca serrana de Salta (se llama “Villa Escondida”, nada más adecuado para la ocasión) y por estas horas es un misterio donde están Genoud y Santibañes, aunque de éste último se sabe que pasa la mayor parte de su tiempo en Estados Unidos.
Pero, en rigor, hay una medida judicial que parece más determinante que aquello que puedan decir los tres a indagar para defenderse de las imputaciones del arrepentido Mario Pontaquarto. El día de Reyes declarará como testigo Gladys Motta, que fue secretaria de De Santibañes en la SIDE y quien, según el ex secretario parlamentario del Senado, le entregó la valija, el maletin y la caja de cartón que contenía cinco millones de pesos para las coimas.
Hasta ahora, Motta habló con un medio nacional y luego se llamó a silencio. En su única declaración se mostró más allá del escándalo -su marido murió en un accidente automovilístico y ella quedó gravemente herida- y dijo que no tiene nada para ocultar. ¿Hablará?
Si confirma la versión de Pontaquarto, Motta pondría en aprietos a su ex jefe y se convertiría en una testigo clave para probar que las coimas salieron de la SIDE. Si en cambio lo desmiente, algunas fuentes judiciales dieron por descontado un careo entre ambos, y recordaron que en una inspección Pontaquarto demostró que conoce muy bien la zona de la bóveda de donde, dice, salió el dinero.
Por otro lado, el juez Rodolfo Canicoba Corral espera para el lunes el resultado completo de la pericia escopométrica al papelito que según Pontaquarto es un recibo informal que le habría dado Cantarero. Hasta ahora, según algunas fuentes, la pericia sobre una firma que aparece en lápiz indicaría que no corresponde al trazo del salteño.
Canicoba, por su parte, habló con los medios durante los dos días de asueto por Nochebuena y Navidad. El magistrado aseguró que “lo que ha hecho Pontaquarto con su declaración es introducir un factor de movimiento, porque esta causa había entrado en una impasse y no se podía avanzar”.