El tribunal, el cual es competente respecto de crímenes de guerra, genocidio y delitos contra la humanidad y tiene un sistema de enjuiciamiento inquisitivo, debió examinar el caso en medio de luchas internas dentro del país, la invasión norteamericana, y la condena de la opinión pública mundial –occidental- al ex presidente iraquí.
Las acusaciones iniciales fueron: asesinato de figuras religiosas en la década del ’70, el ataque con gas venenoso en el pueblo de Halabja –en el cual murieron miles de personas-, la invasión a Kuwait, masacre de shiítas –entre los que se encuentra la del pueblo de Dujail-, persecución y matanza de kurdos.
Luego de tres años y medio de iniciado el proceso, el cual fue suspendido varias veces por diversos problemas –atentados contra los miembros de la defensa y contra algunos de los jueces, expulsión reiterada del acusado, etc.-, encontraron al ex presidente de Irak culpable de las muertes de shiítas en el pueblo de Dujail, aplicando la máxima pena que contempla la legislación iraquí: la horca.
Una de las pruebas esenciales para condenarlo fue la pericia caligráfica realizada respecto de documentos que comprometían al acusado, la cual indicó que fueron firmados de puño y letra por Saddam Hussein.
Ciertos sectores en Estados Unidos han afirmado que la Casa Blanca presionó al tribunal para que se expidan antes de las elecciones legislativas. Entendieron que la opinión pública norteamericana, de manera unánime, considera a Saddam Hussein culpable, por lo que las repercusiones a favor de la actual administración podrían ser muy positivas.
En el plano internacional, ha despertado el repudio de diversas organizaciones por los derechos humanos, las cuales denunciaron la falta de parcialidad del tribunal, el abuso de poder y la barbarie de la condena a una última pena cuya aplicación no es considerada civilizada.
Saddam Hussein, luego de escuchar el veredicto, apuntando con su mano derecha al tribunal mientras que sostenía con su mano izquierda el Corán, gritó ”Larga vida a Irak, larga vida a la gente de Irak, maldito sean los traidores, malditos sean usted [uno de los magistrados] y el Tribunal”.
Tras esa reacción, fue apresado por dos guardias, los cuales lo condujeron nuevamente a su celda, en la que pasará todas las semanas siguientes hasta el cumplimiento de la condena.
Al ser una pena capital, la apelación es automática –sin que la defensa deba interponer recurso alguno y el tribunal deliberar sobre su admisibilidad-, y no existe plazo para que el superior tribunal de Irak se expida sobre la confirmación o la revocación del fallo.
Saddam Hussein, escribió una carta al pueblo de Irak, en la que pidió la unión de todas las facciones. Le recordó a sus enemigos iraquíes, que aun cuando han sido vencedores no deben olvidar que son soldados de Dios y que deben dejar de lado la venganza.
La defensa de Saddam, además de intentar que se revoque la sentencia del Tribunal Especial, en el peor de los casos que sea confirmada solicitó que sea aplicada por fusilamiento y no por ahorcadura.
La pena de horca, por su procedencia penológica, es incompatible con una ejecución privada. Su finalidad no es tan sólo la eliminación del reo, sino que además transmite un mensaje a la sociedad, ya sea tranquilizador –prevención general positiva- como moralizador o persuasivo –prevención general negativa-.
En el caso que la ejecución se realice en un lugar público, los agentes de seguridad deberán velar no sólo por la tranquilidad de la audiencia, sino que deberán proteger el cuerpo durante el tiempo que sea mostrado casi como un trofeo del gobernante.